Claus Gomez 

Sentada en la playa, un día de verano de vacaciones con mi  familia, observaba como unos niños, jugaban en la arena,  con sus palitas su cubetita, etc. Estaban trabajando muy  concentrados ellos con gran esmero, cerca del agua, en la construcción de un elaborado castillo con portones, torres y pasajes internos.

Cuando estaban acabando con el proyecto, repentinamente una gran ola vino y les derrumbó la construcción, reduciéndola a un montículo de arena mojada.

Pensé que  irían corriendo con sus  padres y estallarían el llanto, agobiados por lo que acababa de suceder en la obra que tanto trabajo les había costado.

Pero me sorprendieron.

En vez de eso, alejándose del agua salieron corriendo, riendo y tomados de la mano y volvieron a sentarse a construir otro castillo.

Me di cuenta que me habían enseñado una gran lección. Todas las cosas de nuestra vida, todas las estructuras complicadas sobre las que gastamos tanta energía y tiempo, están construidas sobre arena. Sólo nuestra relación con Dios y con otras personas perdurará.

Tarde o temprano una ola puede llegar y tirar abajo lo que nos ha costado tanto trabajo construir.

Y cuando eso suceda sólo los que tienen una mano a la que aferrarse serán capaces de reír y comenzar de  nuevo  a construir todo lo  que uno  quiera.