Por  Marco A. Márquez

Encontrándonos al borde final de la administración de Felipe Calderón,  debemos decir que no todo fue malo, durante este sexenio que agoniza, se vio un impulso a promover los servicios de salud, a través del Seguro Popular, se construyeron más hospitales que en el sexenio de Fox, se logró mantener (ojala y así siga)  la endeble economía mexicana cuando el mundo tiembla por la más grande crisis en la historia del mundo moderno, se logró la captura de grandes capos de la droga y el crimen organizado, se crearon mas de dos millones de empleos (según datos recopilados de su sexto informe) y se impulso una reforma laboral (muy criticada por cierto). No obstante su talón de Aquiles fue  la  fallida y  sangrienta estrategia para combatir al crimen organizado, la creciente ola de inseguridad que se ha vivido en prácticamente todo el territorio mexicano, ha dañando de manera considerable las inversiones nacionales y extranjeras, provocando fuga de capitales hacia otros países, y por supuesto afectando de manera considerable una de las mas nobles industrias de los mexicanos como lo es el turismo; Uno de los últimos reportes  sobre esta lucha, no indica que hoy en día  tenemos  más de 70 mil personas muertas. Si analizamos estas cifras y las comparamos con países que tienen problemas de movimientos armados o guerrillas, nuestras cifras son equiparables con ellos o superiores. 

El daño esta mas que hecho y no lo podemos cambiar, pero si debemos como ciudadanos responsables estar pendientes de las acciones y estrategias que aplicará el Presidente Electo Enrique Peña Nieto a partir del primero de Diciembre, nos urgen políticas públicas que garanticen un proyecto de mejora en los problemas presentes de  inseguridad, debemos vigilar que se apliquen mejores controles para la incorporación de las fuerzas policiacas y exigir una profesionalización de los servidores públicos que tendrán a cargo esta importante tarea principalmente de aquellos que ocuparan  los altos mandos, porque mucho se demanda de los cuerpos policiacos en términos de control, capacitación y sistemas de confianza y poco o nada se hace para que los funcionarios llamados de primer nivel que se designan para dirigir estas corporaciones tengan los perfiles adecuados y la capacidad de resultados que la ciudadanía demanda.

No podemos seguir en el esquema de militarización y mucho menos continuar  en el camino, de acomodarse o acoplarse a la inseguridad, el proveer las garantías que le permitan a la población vivir seguro es un mandato constitucional ineludible, por lo que a partir del primer día de diciembre, estaremos en manos de un nuevo esquema de seguridad y este debe tener resultados a corto plazo, por el bien de los millones de mexicanos que depositaron su confianza en este proyecto.

Me despido con la siguiente  frase “La fuerza es confianza por naturaleza. No existe un signo más patente de debilidad que desconfiar instintivamente de todo y de todos.”  Arturo Graf